La soledad, a diferencia de lo que muchos creen, exige tiempo. Es un estado que dista de ser autosuficiente, se alimenta de una dedicación total. Llegada la situación de la pérdida, de la ausencia de, por razones de diversa índole, el individuo reconoce que no sabe qué hacer con el tiempo que ahora le sobra, no existen tantas actividades, personas o situaciones que puedan ocupar aquel correr de horas que con ella compartía. Y cuando en un minuto de distracción el sujeto cree observar en un rincón algo que parece reconocer, correrá, tratará de alcanzarla, pero será inútil... como sucede con todo lo que se rompe, ya no será lo mismo.

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