Me gusta ser optimista. Así como la tristeza se me reproducía hasta puntos increíbles, esta extraña sensación de liviandad vital se autoabastece hasta volverse un bicho de dimensiones extraordinarias.

Además a tus amigos le caes mejor.

- ¿Es usted el Barón?
- Tal vez.

Era el estilo típico del Padre Pluche. No podía controlarse. Nunca decía lo que hubiera tenido que decir. Se le ocurría otra cosa antes. Un momento antes. Pero era más que suficiente.

- Entonces usted es el Padre Pluche.
- Eso es.
- Fue usted quien me escribió.
- Sí.
- Bueno tiene una extraña manera de escribir.
- ¿En qué sentido?
- No había necesidad de escribirlo todo en rimas. Yo habría venido de todos modos.
- ¿Está seguro de eso?

Aquí por ejemplo: lo más apropiado habría sido decir:

- Perdóneme, era un juego tonto

y en realidad esta frase llegó perfectamente confeccionada a la cabeza del Padre Pluche, bonita, clara y limpia, pero con un instante de retraseo, lo suficiente como para que se deslizara por debajo una estúpida ráfaga de palabras que en cuanto asomó a la superficie del silencio, se cristalizó en la incontestable brillantez de una pregunta completamente fuera de lugar

- ¿Está seguro de eso?


ALESSANDRO BARICCO / Océano Mar

Ayer:

- Estuve pensando en lo que hablamos el otro día y creo que la felicidad debería hallarse en la búsqueda, no en el encuentro.

Hoy:

- Olvidate de todo eso...